Real Aeroclub de Toledo

Volando desde 1966

El hecho puede calificarse de insólito, sorprendente, llamativo o sencillamente vergonzoso: Jaime no poseía hasta ahora el diamante de 300 km. En una segunda lectura la cosa tiene su lógica, dada la mucho mayor aficción de nuestro Presidente a perder altura de forma rápida y por distintos medios, que a sacarle partido horizontalmente. Bueno, en su descargo hay que recordar que hubo un día glorioso en que lo intento al menos dos veces... pero esa es otra historia.

Vía Jimself

 

Crónica de un diamante tardío

Pues claro que la sentí, naturalmente que la sentí, la tentación de declarar a pie de pista – tampoco vinieron en tropel a sacarme a hombros de la cabina del Phoebus, lo que no habría sido impropio habiendo tomado ya una vez ante la puerta grande del coso de Madridejos - que no, que éste era un vuelo más, si acaso solo la liberación de unos deberes atrasados, y desentenderme así de mayores comentarios y de escribir la obligada crónica de la hazaña. Sí, me siento muy realizado, ¿vale? Luego uno lo piensa y el interés con que algunos, como si fuera cosa suya, han seguido mi incierta dedicación al vuelo de distancia, pareja a mi vocación competidora, me ha hecho cambiar idea. Además había por ahí paparazzi e inevitablemente el asunto habría acabado saliendo en la sensacionalista página web del RACT, así que más vale que cuente algo, también por si es de edificación para rezagados o remisos a salir del palomar.

Día primero de Julio, caluroso y con algo de viento sur, nuestro guru del tiempo Miguel Jurado, había hecho una predicción de buena térmica y techos de 3.000 m QFE. Cosas, yo lié a Miguel en esto de la Meteo, la víspera habíamos estado dando juntos la charla teórica sobre el tema en una nueva edición del Curso de Distancia del RACT, y ahora me da cien vueltas. También en otros frentes. Lo suyo ya es arte, yo le creo y he visto que hago bien.

Remolque de Pablo Luis Robin, sin relevo en su función este sábado, me da que ha hecho su record con 40 remolques de una sentada. Como era el único otro socio del Phoebus presente ese día, qué pena, lo tengo todo para mí y estoy obligado a salir a hacer algo.

Suelta en térmica modesta y tardo lo mío en subir, sin conseguir 2.000m, sobre los molinos de la Sierra del Romeral. Roberto, que va para un 500 km y ya por delante, comunica que por Mora la cosa está mejor y así no espero más, vuelvo para cruzar la salida en el Longar sobre las 15:00 y voy para allá. Primer punto Cuerva, a 76 km, cúmulos de buena pinta ya sobre el castillo de Piedras Negras (el de Mora, burros) que siguen hacia el oeste por todos los Montes de Toledo. Pero antes de llegar a esa tierra prometida hay desierto, me quedo a 1.100m y solo en el embalse de Finisterre empiezo a recuperarme. La promesa se materializa plenamente ya sobre el castillo y con un par de variómetros entre +3 y +4 (nuestro Phoebus no lleva virguerías de esas que dan el valor integrado, ni muchas otras, el cerebrito del GPS Colibrí es lo más evolucionado en su tablero) estoy en las barbas de las nubes con 2.700 m. Chapeau al task setter , Roberto, que había diseñado los recorridos del día (uno de 200 km y pico, 321 para mí y 501 para los más ambiciosos): genuina sabiduría, yo al menos descarto que sonase la flauta.

Ladera de Mora, basurero, Manzaneque, pico del Amor, de cúmulo a cúmulo y tiro porque me toca, delfineo y pocos virajes. Sombra, frescor, buen paisaje y disfrute. Cuerva a la vista bajo el sol, demasiado sol, porque esta en medio de un gran claro. Si estuviera de paseo lo evitaría, pero no hay más remedio. Donde terminan las nubes a bajar tocan. Trina el Colibrí sobre el punto con 1.700m y media vuelta, sacudiendo la arena de las sandalias, con el nuevo turning point en la pantalla (aeródromo de El Toboso, a 107 km), pero las buenas nubes que dejé atrás las querría más cerca. Las más próximas están sobre los montes al sur y para ahí voy. Sin embargo en el llano a veces es verdad que con media hora de sol los claros se reactivan y, a medio camino de Ventas con Peña Aguilera (no son dos pueblos, solo uno), un +2 azul consolador me regala 400m. Cuando afloja veo que un poco al NE de Cuerva hay un cúmulo nuevo y orondo. A su sombra subo a +3 largos hasta 2.500m. y hale, de nuevo la gozosa cabalgada wagneriana. La próxima me llevo una cassette. La sucesión de cúmulos más provocativos va por Sonseca, Orgaz y Mora, un tanto al norte de la trocha a El Toboso, pero creo que vale la pena, ya que en vuelo a vela desviaciones de la ruta de hasta 30º penalizan poco. Algún virajito en buenos variómetros y sigo raspando las barbas a 2.700m.

Castillo, Villanueva de Bogas, cruzo otra vez la Nacional IV al norte de Tembleque. Lillo a la vista cuando Roberto anuncia que va ya por Villacañas, también para El Toboso. Él sí que ha ido por la trocha y, de acuerdo, ha salido antes, con un DG-200, con agua, flaps y la tira de calculadoras, pero creo que el piloto cuenta, y cómo, así que yo más vale que me concentre en mantener mi solitario trote gorrinero. El vuelo hasta los dos primeros puntos de viraje lo iba a compartir con el Junior de Rafa Mexía, pero otra vez la comunicación le va fallando y, siempre sensato, había abandonado en la ida a Cuerva. Ahora empiezo a tener la compañía radiofónica, de Carlos Barrot en su Ventus “Predaor”, que también se está acercando al pueblo de Dulcinea. Mosqueante el cielo por delante: una espesa banda de cirros en dirección ESE con su borde sur a la altura de Lillo, cúmulos poco vigorosos bajo el alero, pero que algo ayudan, y azul al sur. Otra vez a penar, porque El Toboso cae en medio de la nada. Bajar y bajar, aire muerto, esto pinta a la clásica marinada fatal. A ver si de la flauta ha salido un rebuzno, aunque el task setter también ha tenido su merecida penitencia en la zona. Carlos vira una piltrafa sobre La Puebla de Almuradiel cuando finalmente le veo un poco más alto. Yo ni eso tengo para entretenerme, así que llego antes al campo aterrizable al sur de El Toboso, punto de viraje, trina el Colibrí y Marjaliza en la pantalla a 82 km, casi un sarcasmo. Nada de nada, veo más al sur dos jirones que cuando llego debajo tampoco dan nada. Vuelta al campo de El Toboso resignado a agonizar en local y tomar, porque con 800 m no llego ni al de Quero. ¡Aleluya!, ¿será verdad que no hay claro que media hora dure?, un +2 estrecho pero firme que viro con fruición. Carlos acaba de marcar y viene debajo de mí a repostar. Se vuelve +2,5 e incluso +3 hasta los 1800m. ¡Uf!

Salimos de la ciénaga rumbo al Oeste con entusiasmo pionero animado por Santiago, que con el Jantar estaba algo delante y había encontrado cosas, y el horizonte más allá de la Nacional con los cúmulos pujantes todo el día que nos canta Roberto. Vertical del campo de La Mancha, otra subida y pierdo al Ventus. Los cúmulos, más numerosos ya, empiezan a burlarse de mí: cuando llego se están siempre disolviendo y bajo. Nunca alcanzo la zanahoria, voy por los molinos de la sierra, con Lillo a tiro y resignado otra vez a tomar, llego a El Romeral hundido en la miseria de otros 800 m y Santiago ¡cantando 3.000 m en Mora! Y otra vez llega la salvación: un +2 estrecho que se va haciendo +3 me aúpa a 1800, tiro hacia Marjaliza, último punto, al poco otro chute con puntas de +3,5 me sube a 2.800 m. Jope, con esta altura, aunque no encontrara nada ya, me da casi para llegar al punto y volver a Lillo.

A medida que voy avanzando hacia Finisterre son más continuos los cúmulos que tiran con potencia. Ya rebaso el cálculo más conservador de la vuelta asegurada. ¡A gozar! ¡Se acabó el volar contra reloj! Paso de velocidades medias de esos quemados de la competición y me dedico a enredar con las barbas, a explorar por derecho los culos grises y compactos siguiendo el pasillo continuo cumuliforme que sigue la ladera de Mora hasta el infinito…y pasa por Marjaliza.   No los 3.000 de Santiago sino 3.150 m. Wagner otra vez. Canta, exulta el Colibrí al tocar la beer can . Media vuelta y a por los últimos 55 km por la misma senda embriagadora. Ingrato, me olvido de las tanto suspiradas nubes y tiro para Lillo en superfinal, a la velocidad que me da la gana, sin optimizar nada de nada, pero ahora con Franz Schubert.

Canta la línea de llegada del Longar con 1.000 m. Me esperan para un par de doble mandos, así que invento algo para bajar más y, sobre todo, divertidamente: abro el paracaídas de frenado de cola, esta es de las pocas máquinas que se dotaron de ese sistema, una reliquia como el resto de su concepción, como el sandwich con núcleo de madera de balsa. Por eso no puede cargar agua, porque se hincharía. Lo pruebo a varias velocidades, siempre modosas, y ¡tlac!, a menos de 100 km/h noto un suave empujón hacia adelante. Se ha soltado el paracaídas sin haber tocado yo el mando. Aviso por la radio al papamóvil para que lo sigan con la vista y, para que saliera redonda la jornada, cayó dentro de la valla del campo junto a la manga. Viento en cola, frenos, toma larga y al barracón. Con el pretexto de lo del paracaídas logro distraer en gran medida al respetable de la coña que se venía trayendo con este diamantito mío casi senil.

 

[{jpageviews 00 none} ] [+1402 06.12.2009] 

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