Real Aeroclub de Toledo

Volando desde 1966

Posiblemente muchos lectores no tengan la paciencia o la pasión suficiente para leer la historia de “Somosierra en el recuerdo” que se encuentra en este sitio web. Ignorarían con ello los lejanos orígenes de algunos de los fundadores del club y de otros antiguos socios que animan nuestra pista llevando con discreción su veteranía aeronáutica.

Los más antiguos se iniciaron en el vuelo a caballo entre los años 50 y 60 en la Escuela de Vuelo sin Motor de Somosierra, cuando la enseñanza comenzaba rigurosamente con los títulos A y B. Solo ellos pueden blasonar de haber lucido la insignia de una y dos gaviotas, frente las tres del C de los volovelistas corrientes posteriores. Es una aureola de “pata negra” que solo confiere el vuelo con el cuerpo al aire, el lanzamiento por gomas -los míticos sandows tensados a la carrera- la dureza y el sudor de las recuperaciones pendiente arriba, y al final unos títulos que sumaban pocas decenas de minutos de vuelo.

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 Planeador listo para el lanzamiento y otro en recuperación

De esa época heroica son nuestros socios Pablo García González y Leto Martín de 1958, y Pablo Luis Cordón y Alfonso Navarro de 1962, no todos circulantes por nuestra pista hoy dia.

0203 Pablo Luis Cordón en una visita de su progenitor a la Escuela y con los sandows tras lanzar a un compañero.

Además del bravío sistema de envuelo, indiscutiblemente saludable y ecológico, menester será recordar el tipo de aeroplano a nuestros socios y alumnos, criados en los modernos veleros de alta tecnología aeroespacial. El mítico “Schulgleiter SG-38”, apócope de la descripción alemana Schule Gleiter 1938, fue la postrer evolución de los planeadores de escuela de entreguerras, adoptada en los centros oficiales y primer escalón para los legendarios pilotos de la Luftwaffe. España seguiría el mismo esquema formativo de régimen militar dentro de su Ejército del Aire, del todo ajeno a intereses deportivos, hasta que la modernidad y la era de los reactores lo dejó obsoleto.

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Planeador elemental Schulgleiter SG-38 con un alumno avanzado

Sin más instrumentos de vuelo que las sensaciones del cuerpo y el viento en la cara, el piloto gestionaba un fabuloso coeficiente de planeo 1:10 y velocidades de 30 a 100 km/h, llegando incluso a hacer algunos virajes en S para la obtención del título B. Su peso de 100 kg en vacío seguramente no parecía tan ligero a los encargados de la recuperación ladera arriba.

Esa época gloriosa termina en 1968 con el último vuelo de la atirantada “Guitarra”, como también se le conocía aquí, justo el año en que asiste a la Escuela nuestro socio Luis Saz, seguido por Eugenio Martínez, pero ya no para obtener los extintos A y B, sino directamente el título C, en veleros y con remolque a torno. Ya no serían “pata negra”, aunque sí podríamos decir que todavía “gris oscuro”, y es que el terreno de vuelo de la Escuela de Somosierra “de arriba” seguía siendo un conjunto ondulado de prados de altura, apto solo para aerodinos sin motor y pilotos no pusilánimes dotados de la necesaria habilidad.

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Eugenio Martínez, perfectamente reconocible a bordo de un biplaza “Rhönlerche”

En su estela, al año siguiente desembarca en masa una cospicua parte del grupo autodenominado “los Pajariperros”, a la sazón Antonio Martínez-Moneo, Ángel García, los hermanos Manolo y Carlos Valle y Alfonso Navarro, dispuesto éste a revisitar el escenario de sus A y B. Ya pilotos C en Ocaña, no les atrae tanto la leyenda montaraz de Somosierra cuanto el interés por obtener sus calificaciones de remolque y remolcadores de torno, que habían ya practicado subrepticiamente en Mora de Toledo. Toda una inmolación al servicio de la entonces naciente Sección de Vuelo a Vela del Real Aeroclub de España, primer avatar de nuestro actual Real Aeroclub de Toledo, que los elevaría a la casta de los padres fundadores.

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Ángel García felicitando a Carlos Valle tras su supuestamente primera suelta a torno

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Luis Saz en doble mando con el profesor Cruz en uno de los nuevos Blanik

Los objetivos los alcanzan por fases en ese y sucesivos cursos hasta mediados los años 70, pero en el transcurso le han cogido gusto al entorno de vuelo y sobre todo al tipo de vida que podían disfrutar cuando los profesores les dejaban solos en la Escuela, muy lejos ya de los tiempos de la disciplina militar.

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Jesús López, Alfonso Navarro, Antonio M-Moneo, Carlos Valle y Ángel García

El torno es también un modo de salir al aire bastante bravío, pero en cuanto a fatigas nada comparado con los sandows. La actividad de vuelo no era ni mucho menos agotadora y, a su cese, el espíritu podía entregarse todavía a la meditación hasta hora tardía antes de concederse al sueño.

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El mismo grupo, dueño de la sala de profesores, en ocio creativo tras la jornada de vuelo

El SG-38 era a los sandows lo que el Rhönlerche al remolque con torno: un aparato noble, robusto y especialmente pensado para ese sistema de lanzamiento. Análoga era también la modestia de sus prestaciones. El Ka-4 Rhönlerche tenía un sistema de construcción similar al del Bergfalke que opera en el club, pero dejando mucho que desear en cuanto a elegancia de líneas, y con un coeficiente de planeo de 1:19 a 78 km/h y un mínimo descenso de 0.95 m/s a 62 km/h. Decididamente lento y un ladrillo, así que sus encantos debían ser otros, aunque sus usuarios todavía los buscan. Afortunadamente nuestros héroes dispusieron también de algún Swallow, como los utilizados durante años en Mora, pero para nuestros socios actuales, nacidos con los modernos plásticos, aquello se contemplaría como auténtica prehistoria.

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El T-45 Swallow en briosa trepada a torno

La veteranía de este puñado de antiguos socios, núcleo y savia de lo que sería nuestro club actual, no significa que se les deba ceder el paso entre volutas de incienso, pero sí que se les pueda animar a transmitir recuerdos que hacen volar la imaginación de los posteriores y sentirse parte de una historia que sigue valiendo la pena mantener viva contra vientos, virus y burocracias.

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